¡Amante ferviente!
Que dulce la miel de tu
piel,
doncella
dormida, en el terciopelo
del vello
de tu cuarto inferior.
Que
dulces tus senos
rematados
de rosada aureola,
mi bella
y delicada amapola.
Que
dulce la miel de tus labios,
lengua
revoltosa de fiel mariposa,
posada
en el clavel y la rosa.
Eres
cielo de amor verdadero,
eres
vida y eres Diosa,
poesía
y prosa.
¡Mujer
hermosa!
Yo
siempre seré prisionero
de mi
pasión y deseo,
de tu
cuerpo caliente
y tus
manos de fuego.
Siempre
atrapado en tu juego.
¡Amante
ferviente!
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