Que dulce la miel de tu piel, doncella dormida, en el terciopelo del vello de tu cuarto inferior. Que dulces tus senos rematados de rosada aureola, mi bella y delicada amapola. Que dulce la miel de tus labios, lengua revoltosa de fiel mariposa, posada en el clavel y la rosa. Eres cielo de amor verdadero, eres vida y eres Diosa, poesía y prosa. ¡Mujer hermosa! Yo siempre seré prisionero de mi pasión y deseo, de tu cuerpo caliente, y tus manos de fuego. Siempre atrapado en tu juego. ¡Amante ferviente!
Castellet 14/01/11
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